El día en que lo mataron, el 20 de julio de 1923, el general Francisco Villa "estaba de buen humor. Iba manejando el mismo el coche y bromeando con su secretario y sus guardaespaldas. Al llegar a la esquina de Juárez y Barreda (en Parral, Chihuahua), un hombre que estaba ahí parado levantó la mano para saludar y gritó: '¡Viva Villa!', el viejo grito de guerra de la División del Norte. Ignoraba que el grito que tantas veces lo había saludado en la batalla, esta vez anunciaba su muerte, porque el hombre había sido enviado por los asesinos para vigilarlo: su grito y la mano levantada eran la señal para quienes lo esperaban en una casa aledaña abrieran fuego cuando el coche llegara al crucero y disminuyera la velocidad para dar vuelta. Villa recibió nueve balazos y murió instantáneamente", registra el historiador vienés Friedrich Katz, en su biografía Pancho Villa, editada por Era, primera edición 1998.
Algunos cuentan que Villa "llevaba una bolsa con mil pesos de plata, para la raya de su gente, y una sandía". Un facsimilar con varias notas de periódicos de la época reproducidas en la edición única del diario Siete Leguas, explica: "Cerca de las ocho de la mañana, los complotistas se encontraban escondidos en las casas siete y nueve de la calle Gabino Barreda, prestada por Guillermo Gallardo (...) los hombres que dispararon son reconocidos oficialmente como los asesinos materiales: Melitón Lozoya, José Sáenzpardo, Librado Martínez, Ramón Guerra, José Guerra, José Barraza, Jesús Salas Barraza, Ruperto Barra y Juan López Sáenzpardo (...) En unos cuantos segundos el automóvil recibió múltiples impactos antes de que girara sin control y chocara contra un poste de teléfonos, tres metros más abajo del árbol. El general Villa murió instantáneamente, sentado al volante de su automóvil, recibiendo 17 balazos (...) El coronel Trillo, quien viajaba a su derecha logró levantarse de su asiento sólo para caer muerto dramáticamente". Ninguno de los testimonios dan cuenta del tiro de gracia.
Katz asienta: "(...) otro tanto ocurrió con Trillo, el chofer y el asistente, Daniel Tamayo. Tres miembros de la escolta quedaron heridos. Rafael Medrano, herido en el brazo y la pierna, logró salir del coche y tirarse debajo de él, fingiéndose muerto, pero poco después lo descubrieron y lo mataron. Otros dos escoltas, Ramón Contreras y Claro Hurtado pudieron huir hacia un puente cercano. Aunque gravemente herido, Contreras sacó la pistola y logró matar a uno de los asesinos antes de escapar; resultó el único sobreviviente. Hurtado intentó bajar a la rivera del río, encontró la salida cerrada y fue muerto cuando regresaba. Más de 40 tiros alcanzaron el coche y, como los asesinos utilizaron balas expansivas, el efecto fue devastador. Tras asegurarse de que Villa estaba muerto los asesinos se alejaron tranquilamente a caballo.
No se sabe con precisión los nombres de los asesinos intelectuales, "nunca será posible establecer, de un modo definitivo, si el responsable fue en última instancia Alvaro Obregón o Plutarco Elías Calles. Por una parte el asesinato se le adjudicó a Obregón; aunque Calles era secretario de Gobernación y, por tanto, tenía autoridad sobre la policía, pero no poseía ninguna sobre el ejército, que estuvo claramente implicado y quedaba dentro de la esfera de influencia de Obregón; por otra parte, Calles, que era el candidato oficial a la Presidencia tal vez tendría más que ganar con el asesinato", menciona Katz.
FUENTES: Google
Algunos cuentan que Villa "llevaba una bolsa con mil pesos de plata, para la raya de su gente, y una sandía". Un facsimilar con varias notas de periódicos de la época reproducidas en la edición única del diario Siete Leguas, explica: "Cerca de las ocho de la mañana, los complotistas se encontraban escondidos en las casas siete y nueve de la calle Gabino Barreda, prestada por Guillermo Gallardo (...) los hombres que dispararon son reconocidos oficialmente como los asesinos materiales: Melitón Lozoya, José Sáenzpardo, Librado Martínez, Ramón Guerra, José Guerra, José Barraza, Jesús Salas Barraza, Ruperto Barra y Juan López Sáenzpardo (...) En unos cuantos segundos el automóvil recibió múltiples impactos antes de que girara sin control y chocara contra un poste de teléfonos, tres metros más abajo del árbol. El general Villa murió instantáneamente, sentado al volante de su automóvil, recibiendo 17 balazos (...) El coronel Trillo, quien viajaba a su derecha logró levantarse de su asiento sólo para caer muerto dramáticamente". Ninguno de los testimonios dan cuenta del tiro de gracia.
Katz asienta: "(...) otro tanto ocurrió con Trillo, el chofer y el asistente, Daniel Tamayo. Tres miembros de la escolta quedaron heridos. Rafael Medrano, herido en el brazo y la pierna, logró salir del coche y tirarse debajo de él, fingiéndose muerto, pero poco después lo descubrieron y lo mataron. Otros dos escoltas, Ramón Contreras y Claro Hurtado pudieron huir hacia un puente cercano. Aunque gravemente herido, Contreras sacó la pistola y logró matar a uno de los asesinos antes de escapar; resultó el único sobreviviente. Hurtado intentó bajar a la rivera del río, encontró la salida cerrada y fue muerto cuando regresaba. Más de 40 tiros alcanzaron el coche y, como los asesinos utilizaron balas expansivas, el efecto fue devastador. Tras asegurarse de que Villa estaba muerto los asesinos se alejaron tranquilamente a caballo.
No se sabe con precisión los nombres de los asesinos intelectuales, "nunca será posible establecer, de un modo definitivo, si el responsable fue en última instancia Alvaro Obregón o Plutarco Elías Calles. Por una parte el asesinato se le adjudicó a Obregón; aunque Calles era secretario de Gobernación y, por tanto, tenía autoridad sobre la policía, pero no poseía ninguna sobre el ejército, que estuvo claramente implicado y quedaba dentro de la esfera de influencia de Obregón; por otra parte, Calles, que era el candidato oficial a la Presidencia tal vez tendría más que ganar con el asesinato", menciona Katz.
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